- ¿Que pasa Santos? - le pregunte fingiendo no saber nada al respecto, me miro con cierto desconcierto y hasta me atrevo a decir que estaba a punto de llorar.
- Salio negativa - sollozó devolviendome el sobre, sentí un nudo en la garganta al ver como Santos se desmoronaba por mi propia causa, estuve a punto de confesar que todo lo que estaba escrito allí era falso, pero me contuve y decidí seguir con esta farsa.
- No te pongas así - le dije tratando de calmarlo, pero fue inútil - Te advertí que Kimberly no era hija tuya, pero eso que más da...tu y yo estamos juntos y estoy segura que te querrá como si fueras su verdadero padre - Cecilia me miraba negando con la cabeza.
- No es lo mismo, no sabes cuanto anhelaba que fuera mi hija, quería tener algo tuyo, algo que nos perteneciera a los dos, pero ya veo que no se puede - repuso saliendo de la habitación, Cecilia se me acerco y al cruzarse de brazos supe que nada bueno tendría para decirme.
- ¿Por qué le haces esto Bárbara?, no te entiendo...
- Cecilia entiéndeme, como ya te había explicado antes, no quiero un motivo para que tu sobrino se aferre a mi, necesito mi espacio; además aun no me compongo de lo que paso antes...me da miedo volver a confiar ciegamente - le conteste con sinceridad.
- Perdón, es que no me gusta ver a Santos así, pero se que no me debo meter en tus decisiones.
- Créeme que me duele mucho matarle las ilusiones a Santos, pero por ahora es mejor así, necesito estar segura del paso que voy a dar.
- Mejor ve a saludar a Mimi, yo me encargo de Santos - sonrió.
- Muy bien - respondí bajando las escaleras hacia la sala, sentada en el sofá encontré a Kimberly moviendo sus piernitas que no tocaban el piso, al escuchar mis pasos dio una mirada hacia arriba y corrió hasta mis brazos.
- Te extrañe demasiado - me dijo con ternura mientras sus pequeños ojos azules se llenaban de lagrimas.
- Yo también mi niña, no podrías imaginar cuanto - admití sin dejar de abrazarla.
- Nunca de los nunca volveré a separarme de ti, palabra de boy scouth que no lo hago - exclamó llevando su manita al pecho, yo reí ante sus palabras y tan solo le di un beso en la frente - ¿Y santos? - pregunto.
- Creo que esta en los potreros, ¿Por qué no vas a saludarlo? - la impulse para que por lo menos le sacara una sonrisa, Mimi asintió con la cabeza y salio corriendo como de costumbre, amaba ver la energía con la que se levantaba mi hija cada mañana, era increíble.
Espere un momento y me dirigí al despacho, pensé en donde podría esconder el otro sobre donde se hallaba la verdadera prueba y recordé que había un libro que Santos detestaba "El hueco", pero que lo tenia en la biblioteca porque era un patrimonio culturas, así que guarde el sobre ahí y salí como si nada a la sala para seguir platicando con Cecilia.
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- ¡Santos! - gritó Kimberly con una sonrisa.
- Hola Mimi - respondió Santos simulando devolverle la sonrisa.
- ¿Por qué esa cara? - pregunta Kimberly, notando el desaliento con el que Santos hablaba.
- No te preocupes, no es nada grave, pero más bien cuéntame ¿Como te fue en la playa?
- Pues no pude disfrutar mucho de ella, pero en general bien, me gusto mucho ver tantos colores, más que todo ese azul...
- Como la profundidad de los ojos de tu madre y por supuesto los tuyos.
- ¡Que romántico!, ¿La amas mucho verdad?
- Demasiado, es mi vida.
- Si la amas tanto y ella a ti, ¿Por qué no estaban juntos desde antes o mejor dicho por qué tu no eres mi padre? - Santos suspiro.
- A mi me encantaría ser tu padre, pero desgraciadamente las cosas no son así, entre tu mamá y yo ocurrieron muchos problemas que hicieron que nos distanciáramos, por suerte ahora todo esta solucionado y estamos juntos de nuevo.
- Te voy a decir algo, aunque tu no seas mi verdadero padre mientras tu estés con ella creo que podrías ocupar ese lugar, ¿Lo harías por mi? es que me gustaría saber lo que siente tener un papá - sus ojitos se encharcaron y amenazaban con derramar algunas lagrimas, Santos la abrazo y entendió que no valía la pena estar triste sabiendo que la pequeña a pesar de todo lo adoraba como quería.
- No llores princesa, mira yo podré no ser eso que deseas, pero tratare de serlo por ti - sonríe, llegue de pronto y note la nostalgia del ambiente.
- ¿Por qué lloran mis dos amores? - pregunte con un poco de curiosidad y miedo a la vez, suponía a que se debía todo.
- Mami, Santos acepto ser mi papá - me dijo Kimberly secándose la cara.
- ¿Si? - balbucee - Que bueno.
- Mimi, ¿Podrías dejarnos solos un segundo? - pidió Santos, no entendía para que, pero espere a que se dieran las cosas.
- Claro...papi - respondió Kimberly mientras guiñaba el ojo para luego entrar en la casa. Hubo un corto silencio y vi que Santos trataba de decirme algo, pero no le salia.
- Perdón...- musito, abrí los ojos y escuche atentamente lo que continuo diciendo - Me comporte como un niño chiquito allí arriba, ya sabes que siempre pienso que tengo la razón y me hice falsas ilusiones.
- Tienes que entender que en esta relación la que siempre tendrá la razón soy yo - le dije causando su risa, en realidad lo dije para tratar de borrar un poco esa tristeza que yo misma había ocasionado, enrede mis brazos en su cuello y le susurre al oído - Te amo, jamás quiero volver a verte triste porque eres el amor de mi vida.
- Gracias por estar - me beso.
- Me tenias intrigada con eso de que Mimi nos tenia que dejar solos y tu no decías nada, pero entendí cuando me dijiste "perdón", ¿Por qué sera que a los hombres les cuesta tanto arrepentirse?
- Porque somos unos idiotas, fíjate que a veces por el orgullo y no decir un lo siento perdemos lo que más amamos en esta vida.
- Pero este no es el caso porque mi doctorcito si se atrevió a pedirme perdón eh - le dije arqueando una ceja.
- No bueno, pero tu eras feliz haciéndome sufrir y esperando a que te implorara que me perdonaras ¿No?
- Merecías sufrir - sentencie señalándolo para luego besarlo - No se me olvida una cosita, ¿Como es eso de que soy tu amante?
- Claro, si tu y yo no estamos casados ni nada entonces eres mi amante - le di una palmada en el pecho mientras negaba con la cabeza.
- Gracias por lo que me toca.
- Y eres muy buena amante - se burlaba.
- Ya!, no seas imbécil - le dije un poco molesta, dándole la espalda.
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... El Miedo...
- Necesito que me hagas un trabajito - pedía Eduardo a un hombre tras el teléfono - ya te podrás imaginar de que se trata, quiero que no le pierdas la vista a Bárbara Güaimaran y bueno en cuanto encuentres el momento lo haces, es muy sencillo y te pagare muy bien.
- ¿Quien carajos te crees para quitarle la hacienda a Bárbara? - gritó David entrando en la hacienda.
- Luego hablamos, por lo pronto has lo que te pedí - cuelga - Efectivamente te enamoraste de la doña...
- Si fuera así ¿Que?, eso no te da ningún derecho a quitarle la hacienda a ella y a su hija imbécil.
- Por favor David no seas pendejo, ya te había explicado perfectamente todo lo que me hizo esta mujer o ¿Quieres que te lo explique con palitos y bolitas?
- Déjate de idioteces Eduardo, nunca pensé que llegaras a tanto, el que creí mi mejor amigo en que demonios se ha convertido.
- Eso deberías preguntárselo a tu protegida, ella es la culpable de todo lo que yo haga o deje de hacer, ella es mi objetivo y no voy a parar hasta verla totalmente destruida.
- Si no es que antes ella lo hace contigo Eduardo - inquirió David saliendo de la hacienda.
- Como que esa mujer apendeja a cualquier hombre, por lo menos a mi no.
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Los días transcurrían uno a uno, me sentía un poco extraña era como si unos ojos me observaran todo el tiempo desde que regrese a mi libertad y a partir de ahí no pude volver a tener paz, Santos trataba de convencerme que solo era mi imaginación, pero yo estaba segura que no era así, mi intuición me decía que algo estaba mal; muchas veces trate de descubrir la verdad, pero no encontraba nada. Decidí olvidarme de eso y me dedique a leer ese libro donde había metido el sobre, a veces temía que por cosas del destino Santos lo encontrara así que no lo soltaba, él me preguntaba porque tanto mi interés específicamente en el libro que más odiaba, pero yo le decía que era magnífico. Había algo que me sacaba de mis inseguridades y pensamientos, eran las maravillosas noches de pasión con mi hombre, tengo que aceptar que deseaba tener esa plenitud desde hace diez años.
La mañana era cálida, estaba con Kimberly en la chusmita, al verla ahí sonriendo me acorde de mi pobre hija olvidada, ¿Que sería de ella en estos momentos?.
- Mamá, huele raro - me dijo Kimberly un poco asustada.
- No siento ningún olor mi niña - conteste mirando a mi alrededor, de repente alcance a notar que la puerta de la chusmita estaba completamente consumida en llamas y así hasta incendiarse todo el lugar, temi por mi hija; no encontraba una salida para por lo menos salvarla a ella, las llamas crecían cada vez más y comenzaron a caer escombros encima nuestro.
- ¡Mamá ayúdame! - suplicaba tratando de quitarse un pedazo de madera que le presionaba el pecho, yo estaba desesperada y alcance a sacarla, pero haciéndolo quede completamente atrapada debajo de algunos pedazos de techo, sentí que mi fin había llegado; tenía tanto miedo, no podía dejar a mi hija desamparada.
- Mimi - le dije con bastante esfuerzo - sal de aquí por favor.
- No puedo dejarte aquí tirada mami - me respondió llena de lágrimas.
- Sí te quedas aquí te vas a morir mi niña, por favor regresa a Altamira y entregarle esto a Santos - le entrege el libro, suspire - Escúchame muy bien, se que has esperado mucho tiempo a que te diga esto y jamás pensaste que lo haría en estas circunstancias, pero no hay de otra - me miraba fijamente a la vez que escuchaba con atención - Santos Luzardo es... - trague en seco - es tu verdadero padre.